En estos días se ha publicado muchos artículos en torno a MVLl; la mayoría son elogiosos y unos cuantos puntualizan los lados controvertidos de la figura. Acaso sea útil recordarlo en sus propias palabras. Las que siguen fueron registradas en una conversación sostenida en marzo de 2021, que fue publicada en su integridad en el volumen ¿Por qué no vivir en el Perú? (Fondo Editorial de la PUCP, 2023) y que aquí se recupera en sus extractos más significativos.

Creo que escribí esa novela [Conversación en la Catedral] en París, recordando lo que fue mi adolescencia. […] recuerdo esa época, en la que descubrí mi vocación: en realidad yo quería ser un escritor y la literatura no tenía ningún asiento real en el Perú. Los escritores eran abogados, profesionales que escribían los días domingo, en las vacaciones. No se podía ser un escritor así. Yo soñaba con salir del Perú, escapar del Perú. Tenía la impresión de que en el Perú una vocación literaria se frustraba inevitablemente […] muchos de los escritores se vieron muy limitados por el hecho de tener que ganarse la vida aparte, sin recibir nada de lo que era su verdadera vocación.

Probablemente, yo en el Perú, en esa época, lo que quería era ser francés, por la enorme influencia que tenía sobre mí la literatura francesa. Fíjate cómo la moneda peruana en ese tiempo estaba muy bien situada, que con los cachuelitos que ganaba, en la revista Turismo, escribiendo en El Comercio, podía abonarme a dos revistas francesas –que eran Les Temps Modernes de Sartre y Les Lettres Nouvelles que dirigía Maurice Nadeau–, que me mantenían más o menos al día con lo que era la literatura francesa. Eso debe ser en los años cincuenta. Ya estaba en San Marcos estudiando, pero al mismo tiempo tenía trabajitos.

Quería irme, fundamentalmente porque yo pensaba que, como escritor, mi vocación se iba a frustrar en el Perú, como ocurrió con muchos escritores. Mi sueño era partir, ir a ganarme la vida con mi vocación, para poder dedicarme íntegramente a la literatura. Soñaba con Francia, porque tenía muchísima influencia de la literatura francesa, había aprendido francés y leía en francés.

Entonces me pasó una cosa muy curiosa, porque soñaba con ir a Europa y, cuando llegué, Francia estaba descubriendo la literatura latinoamericana, en gran parte gracias a la revolución cubana. La llegada de Borges a París fue un éxito; muchas revistas le dedicaron números especiales. Descubrí la literatura latinoamericana en París y, además, descubrí que yo era un latinoamericano, que no había grandes diferencias entre un escritor ecuatoriano, colombiano, peruano o boliviano. En realidad, teníamos problemas comunes, una historia común, el español nos había unificado muchísimo. Entonces, fue en París donde empecé a sentirme un latinoamericano, en tanto que en Lima soñaba con escaparme. En París lo que descubrí fue América Latina. Y empecé a sentirme un latinoamericano.

En París era muy difícil estar alejado de la política, si eras escritor. Porque en el París de esos años era un París, una Francia completamente movilizada en apoyo a la revolución cubana, en apoyo a las guerrillas… una verdadera locura, porque al final murieron miles de jóvenes en América Latina… [de manera] totalmente inútil y reforzaron mucho las dictaduras militares que facultaron para reprimir y mucha gente apoyó las dictaduras militares por temor a las guerrillas.

Eran los años de Cuba, de la guerrilla, conocí a muchos guerrilleros y aspirantes peruanos que pasaban siempre todos por París cuando salían de Cuba, porque pasar por París era la única manera de regresar a América Latina. Era muy amigo de Paúl Escobar, que murió en la guerrilla. Seguí muy de cerca esta historia, porque éramos muy, muy amigos, realmente. Eran unos años en que en París había una gran ilusión e interés en América Latina y parecía que América Latina iba a seguir la senda de Cuba. Y, a pesar de que me había apartado del Partido Comunista y del Grupo Cahuide porque eran muy sectarios, tenía mucha adhesión a la revolución cubana. Había estado ahí en el año 1962, enviado por la Radio Televisión Francesa; cuando la crisis de los cohetes, me pidieron que fuera a Cuba y el espectáculo de la movilización de los cubanos era muy conmovedor, realmente muy espectacular.

Luego, en el curso de esos años –fui a Cuba todos los años–, empecé a ver o a identificar un deterioro de la revolución. Me acuerdo que me impresionó muchísimo la existencia de las Unidades militares de ayuda a la producción (UMAP). Era una cosa contra los homosexuales y contra los contrarrevolucionarios; y hubo suicidios. Fue el primer choque que tuve con la revolución cubana. Me acuerdo haber escrito una carta privada, que no hice pública, a Fidel Castro. Entonces, Fidel nos invitó a un grupo de escritores a cenar con él. Desde entonces la relación con Cuba se fue deteriorando, hasta el caso Padilla, que fue definitivo, ¿no?

Ser un latinoamericano en Francia, pues, te facilitaba muchas cosas. Empecé a trabajar como periodista, primero en la agencia France Press, después en la Radio Televisión Francesa; allí me ganaba bien la vida y tenía tiempo para escribir. Después he vivido mucho tiempo fuera. Han sido muchos años, sin perder nunca la conexión con el Perú, tratando de seguir mucho lo que ocurría en el Perú. Siempre con muchas decepciones, hasta el periodo de la candidatura. Pero jamás pensé dejar la literatura para hacer política.

Es muy difícil cortar enteramente con el Perú, nunca he podido hacerlo. Nunca he querido hacerlo, tampoco. Me ha interesado mucho seguir el Perú y seguir América Latina, en general; es el continente con el que me siento más cercano. Escribo en un español que es muy latinoamericano; la problemática latinoamericana, que afecta tremendamente a mi país, me afecta muchísimo. Creo que soy uno de esos latinoamericanos que arrastra a América Latina consigo donde está y, al mismo tiempo, eso no me ha impedido escribir sobre Brasil, escribir sobre la República Dominicana, escribir sobre el Congo. Creo que la literatura no tiene una patria para ningún escritor, aunque los escritores europeos están mucho más condicionados por su propia tradición. Pero, para un latinoamericano, creo que no. Tenemos una temática que es muy generalizada y que puedes situarla fácilmente en todo el tercer mundo. Así como Borges la situaba, muy concretamente, en Argentina y además en Europa, básicamente. Creo que la literatura te permite esas cosas.

Cada vez la vida se internacionaliza más para más gente. Creo que principalmente para los escritores, que pueden escribir en cualquier parte. Me interesa mucho el Perú, de todas maneras, aunque también me interesan otros lugares: España, por ejemplo, porque vivo aquí y me interesa muchísimo lo que ocurre.

Creo que el nacionalismo es una de las estupideces que ha traído más sangre, más enemistades, más guerras. Una de las cosas que tengo claras, desde el punto de vista ideológico, es que al nacionalismo hay que combatirlo de todas maneras, porque el nacionalismo, sea de derecha o sea de izquierda –se disfraza con mucha facilidad–, al final es la fuente principal, creo, de la sangría que ha habido a lo largo de toda la historia. No soy nacionalista, pero la verdad es que sí me siento más cerca del Perú que de otros países, por razones obvias, claro.

Escribí El pez en el agua para tratar de entender lo que había ocurrido. Para entenderlo yo mismo, porque jamás me hubiera imaginado yo de candidato a la presidencia en el Perú, pero las cosas ocurrieron de tal manera… Protesté contra la nacionalización de la banca que intentó Alan García en su primer gobierno; tuvimos éxito en ese empeño, él retiró finalmente la propuesta. Esto creó un movimiento que, como yo lo había liderado en cierta forma, pues la presión fue muy grande y, además, la idea de encabezar un movimiento que podía transformar profundamente el Perú, digamos, me ganó. Y fue una experiencia más bien traumática, porque me tuvo muy alejado de lo que era mi propia vocación, que era la literatura.

No creo que fueran tres años inútiles; fueron tres años que me hicieron conocer otro país, un país que vivía la guerra con Sendero Luminoso, el terrorismo, la violencia. Estuve dos meses prácticamente recorriendo todo el Perú. Fue una esperanza y una gran frustración, finalmente. Lo que quería era escribir y entonces viajé a Europa y durante dos años, que fueron los dos años de legalidad de Fujimori, yo no intervine para nada en la política peruana. Cuando él da el golpe de estado, sí, desde luego.

Fue un momento muy difícil cuando en el Congreso peruano se estaba discutiendo quitarme la nacionalidad. Recibí una información de Pedro Cateriano. El grupo fujimorista presentó ese proyecto para quitarme la nacionalidad a mí y toda mi familia. Fue después del golpe, cuando pedí que se cancelara las ayudas al Perú, de acuerdo con la idea planteada por el presidente de Venezuela [Carlos Andrés Pérez] para toda América Latina: que se cortara todas las ayudas a un país golpista. Pues, era quedarme sin nacionalidad, así que yo pedí inmediatamente [la nacionalidad española] aludiendo a un acuerdo del siglo XIX, entre Perú y España, por el cual se podía reconocer la doble nacionalidad si es que nadie se oponía. Me dieron la doble nacionalidad y, la verdad, no he tenido la más mínima incomodidad con esa doble nacionalidad. Al Perú voy con pasaporte peruano y en España estoy con pasaporte español. En España, al final, fueron más fáciles las cosas. Elegimos España por la cercanía, por la facilidad con la que vives en España.

Es una situación en la que me siento perfectamente cómodo, entre otras cosas porque no soy nacionalista y porque tengo horror al nacionalismo. Hay que combatirlo y una manera de combatirlo es teniendo muchas nacionalidades. En buena hora que haya gentes con muchas nacionalidades; mientras más nacionalidades tengas acumuladas, habrá menos nacionalismo en el mundo y esto será bueno para el mundo.

Me parece que ensañarte con el Perú viviendo lejos no tiene mucho sentido, sobre todo si tienes algunas esperanzas de que el Perú vaya a cambiar. Yo creo que la situación en América Latina, en este contexto histórico, puede cambiar y de hecho está cambiando en muchos países. Creo que hay que ser más tolerante, aunque combatir la corrupción es absolutamente fundamental si quieres que la democracia funcione en un país, y la corrupción en el Perú es gigantesca.

Quizás la frustración más grande que he tenido ha sido con un candidato al que yo apoyé, que es Kuzcynski. Nunca hubiera imaginado que Kuzcynski iba a mentirnos a los peruanos de esa manera tan cínica como lo hizo. Una persona que ha tenido tanto prestigio internacional, que tenía un nombre, que tenía una trayectoria magnifica, que además era un hombre riguroso, ¿cómo ha podido engañar a los peruanos de esa manera? Realmente, si los peruanos que están en esa condición engañan, ¿qué se puede esperar de los otros?

Si quieres una democracia para el Perú –y la democracia es lo único que te puede hacer avanzar, progresar–, es indispensable la corrección de la corrupción tan generalizada que hay, como se ha visto en estos últimos años. Es algo extraordinario tener cuatro o cinco presidentes que están enjuiciados por corrupción… es algo verdaderamente escandaloso.

Ser latinoamericano es ser eso también, pertenecer a países muy corruptos. Son muy pocos los países que no son corruptos, que no tienen una tradición de corrupción en América Latina: Uruguay, Chile. Chile es un país mucho menos corrupto que los otros, pero no encuentra tampoco una salida, una solución a sus problemas. Creo que hay un país que está mejor, que progresa o, por lo menos, tiene la sensación de progreso en América Latina; es Colombia. Con todos los problemas enormes que ha tenido, la impresión que te da es que avanza y avanza por buen camino, en buena dirección. El nuestro da la impresión de querer retroceder, más bien.

Creo que hay posibilidades, creo que de cierta forma esas posibilidades nos las da el hecho de que los grupos importantes, los partidos importantes que solo veían la solución en las guerrillas, en la acción armada, tienen que haber sido desmentidos por la historia y haber tenido conciencia de ello, salvo pequeños grupúsculos insignificantes. Creo que eso le da al Perú unas posibilidades que no tenía en los años en que las guerrillas atraían a la mejor gente, a los jóvenes, por ejemplo. En los años setenta era terrible, porque la única esperanza parecía que gente joven tomara los fusiles, y eso no ayudaba a nadie en American Latina. Y lo que ha producido en Venezuela, Cuba o Nicaragua son países completamente frustrados, donde la gente lo que quiere es escapar.

Creo que hay una esperanza, de todas maneras, por lo menos para América Latina. Para el tercer mundo africano, no sé; la experiencia del Congo fue tan absolutamente atroz. ¡Cómo en Perú nos quejábamos y el Congo es infinitamente peor de lo que es el Perú en la actualidad! Entonces, sí, hay una esperanza, creo que hay una esperanza, que no será fácil, que no será muy rápida, pero sí hay una esperanza como país. Y creo que eso vale para América Latina en general, con algunas excepciones, pero para América Latina en general creo que sí, que hay una esperanza.

Si miras lo que ha ocurrido en el mundo, el mayor desafío que ha tenido la democracia –creo que es el gran problema del Perú y ha sido el gran problema del tercer mundo– fue el comunismo. Pero el comunismo ha desaparecido. El comunismo ya no existe en Rusia, no existe en China. Lo que existe del comunismo es exactamente la antipropaganda, porque es lo que no se debe hacer si un país quiere progresar. O sea, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua: ¿qué clase de ejemplo pueden ser? Clarísimamente, son países frustrados, son países donde el grueso de la población está en contra.

Salvo grupúsculos insignificantes, ningún grupo peruano, ningún movimiento peruano piensa que yéndose a las guerrillas, que cogiendo un fusil se va a resolver un problema. ¿Eso qué significa? Significa que hay que resolver los problemas a través de una vía democrática. Y eso es una gran esperanza para los países latinoamericanos y los países del tercer mundo, en general. Digamos que hay esperanzas, sí; yo creo que hay esperanzas, por lo menos para el tercer mundo representado en América Latina.

Entonces hay un chance para la democracia y hay un chance para que, con los avances extraordinarios de la ciencia y la tecnología, un país pueda saltar rápidamente del tercer mundo al primer mundo, como ha ocurrido con Corea del Sur, con Taiwán. Un país puede saltar muy rápidamente, en pocos años, y el Perú es un país lleno de recursos.