Los estudios realizados por los científicos sociales peruanos han dedicado preferente atención a los sectores populares, tanto en el ámbito andino como en el urbano. Puede especularse acerca de las razones de esa tendencia, pero el hecho es fácilmente comprobable al revisar títulos de las numerosas publicaciones disponibles. En cambio, los sectores altos han merecido poca atención, pese a su papel decisorio en el país. En ese silencio, Un mundo para Julius –la espléndida novela de Alfredo Bryce– era de las escasas entradas que podíamos aprovechar quienes no pertenecemos a lo más alto de la pirámide social.
El vacío ha empezado a ser subsanado con el trabajo ¿De qué colegio eres? La reproducción de la clase alta en el Perú, publicado por el Instituto de Estudios Peruanos en 2024. En la metodología utilizada se escogió cuatro colegios de élite, dos de ellos de carácter tradicional y dos de perfil internacional y se entrevistó a un total de 27 sujetos, correspondientes a tres niveles de experiencia: recién egresados, “en ascenso” y “encumbrados”.
Aunque el estudio hecho gira en torno al papel del colegio en la reproducción de la clase alta, su ámbito abarca bastante más, hasta plantearse “cómo se construye, en la actualidad, una clase social de privilegio en el país” (p. 17), con lo cual el objetivo viene a ser “analizar la producción de la clase alta en el Perú a partir de la trayectoria educativa de sus miembros” (p. 20). Acerca de esto, los autores apuntan “el notable peso de las primeras etapas de la vida educativa en este entramado de reproducción social” (p. 20) que “estructura una serie de relaciones sociales restringidas y sumamente excluyentes” (p. 21), ubicadas “en una categoría diferenciada del resto de colegios del país” (p. 55).
Un asunto central en el trabajo es el cuestionamiento que se hace de la percepción usual del colegio como lugar de preparación de calidad que otorga méritos, a quienes pueden costearla, de modo que adquieran las capacidades para ocupar lugares principales en la jerarquía profesional y social. Apoyados en Bourdieu, los autores sostienen que el sistema educativo “no produce dinámicas que conduzcan a la cúspide desde el mérito académico, sino que reproduce distancias previamente configuradas. Las instituciones de élite no hacen más que diferenciar académicamente a quienes ya están previamente diferenciados por su origen social” (p. 32).
La investigación examina, a partir de los testimonios recogidos, un aspecto clave en ese proceso: el reclutamiento practicado en los colegios de élite, que “toma en cuenta el capital económico, cultural y social de las familias” (p. 74), de modo tal que “además de los recursos económicos, las redes de contactos –o capital social– constituyen un componente particularmente importante en la etapa de postulación. El haber tenido un familiar en el colegio […] es uno de los criterios más importantes para acceder a una vacante” (p. 75). De allí que se sostenga que, si bien la selección aparece basada en pruebas y entrevistas, estas “recubren mecanismos más bien informales de selección” (p. 75).
Esa etapa de selección es clave en el papel que el colegio asume en la reproducción de una clase social porque mediante ella se asegura “una cierta homogeneidad en el grupo de estudiantes y familias que son admitidos. Según los entrevistados, el grupo de amigos que se forma en el colegio se convierte en el núcleo que acompaña su vida social por el resto de sus vidas” (p. 77). Y esto corresponde a que “Alrededor del colegio se reúnen personas que cuentan con un nivel de ingreso, estilo de vida y estatus social similar entre sí y muy distintos de los del resto del país, lo que facilita la cohesión” (p. 77). Es pues, en el colegio donde se consolida “un grupo social cerrado, sólido y cohesionado, el cual resulta una herramienta fundamental para el éxito profesional” (p. 78). Se concluye entonces que es el colegio donde se asegura la reproducción de la clase alta. Tesis que resulta contraria a cierto sentido común que, más bien, pone en relieve el papel de la universidad: “A diferencia de otros países, la reproducción social mediada por instituciones educativas en el país nos remite a la etapa escolar antes que a universidades de élite” (p.187).
Así constituido, el grupo de referencia de los cachorros de la élite, se suman otros lugares de interacción del grupo: “los espacios de recreación, los clubes y los balnearios constituyen espacios entre iguales que circunscriben su experiencia material de la ciudad” (p. 82). De allí se sigue que “los vínculos de pareja en la mayoría de las ocasiones se producen entre gentes de los mismos colegios” (p. 111). Estas vías convergentes arriban a la formación de un grupo que ha sido criado en la distancia respecto del resto del país, hasta el punto de que las actividades de voluntariado alentadas en estos colegios a menudo se realizan fuera del Perú (p. 64).
Cada integrante de ese grupo llega a la experiencia laboral de un modo distinto al de la mayoría de peruanos. En el acceso a esa experiencia destaca “la importancia de las redes familiares y vínculos de parentesco” (p. 146), pero, además, “el colegio de procedencia representa una marca de distinción que puede facilitar significativamente el acceso” (p. 147). Finalmente, “La instancia dirigencial representa, entonces, un espacio de reencuentro social entre aquellos que ya pertenecían a la élite” (p. 147). El ingreso a ese espacio pasa por “una puerta que pocos logran transitar y, aún más, la gran mayoría ni siquiera conoce” (p. 150).
Esta lógica de reproducción de la clase alta permanece velada, incluso a los propios protagonistas, que aluden a “la buena suerte” cuando explican sus “éxitos”. Pero es más importante la justificación en los méritos de quien queda situado en esa clase: “el discurso meritocrático obnubila la existencia y la reproducción del poder y el privilegio” (p. 187).
El libro interesa, pues, no solo porque nos introduce en el conocimiento del sector más alto de la sociedad peruana, su formación, sus usos y sus privilegios. Al acceder a ese conocimiento, resalta el grave contraste con el resto de los peruanos –esto es, la enorme mayoría–, a quienes “los de arriba” también conocen muy poco, pero sobre quienes ejercen un poder transmitido y reproducido de generación en generación. Estamos, pues, en el lugar donde reside una de las mayores desigualdades de la sociedad peruana.
El rigor conceptual, el manejo bibliográfico y la finura del análisis del trabajo de Luciana Reátegui, Álvaro Grompone Velásquez y Mauricio Rentería deben ser reconocidos como la apertura de un camino muy importante de investigación. Y el mejor homenaje que podría recibir es el de otros investigadores que decidan transitar por esa vía.