En el mundo se vive en las últimas décadas una creciente desigualdad; el Banco Mundial denominó a 2023 como “el año de la desigualdad”. Cada vez es mayor la porción de renta y patrimonio que se concentra en pocas manos, dejando una parte menor a la mayoría, en la que se incluye un enorme bolsón de pobreza. “Más de dos tercios de la población mundial vive en países donde la desigualdad ha crecido”, según informara Naciones Unidas. Pero, esta situación, que es comprobable en los datos, ¿cómo se vive por quienes son afectados por ese proceso? Una reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos y OXFAM ha buscado respuestas entre los peruanos, con una muestra de 1508 entrevistas en todo el país.

Perú es el cuarto país más desigual del mundo, según un análisis disponible. La encuesta IEP-OXFAM (en adelante, la encuesta) encontró que la mitad de los entrevistados (51%) estimaron que el país es económicamente muy desigual. Paralelamente, una cuarta parte de encuestados (27%) creían que es “poco desigual” y 7% respondieron que ¡es “nada desigual”! Y fue entre los más pobres donde se encontró la mayor parte de esta última respuesta.

Cuando se pidió una cualificación de las distancias económicas, algo más de la mitad de los entrevistados (56%) afirmó que “las diferencias de ingresos entre ricos y pobres son demasiado grandes”. En sentido contrario se pronunció uno de cada cuatro encuestados (27%). Cuando se examina las respuestas según estratos sociales, se encuentra que la percepción de tales diferencias como excesivas es mayor en el estrato más alto (69%) que en el estrato más bajo (48%). O, dicho de otra manera, que quienes piensan que las diferencias entre ricos y pobres no son demasiado grandes, sorprendentemente, se hallan más en el estrato más bajo (33%) que en el estrato más alto (15%).

Una pobreza aceptada

El Perú es un país donde según el Banco Mundial “siete de cada diez peruanos son pobres o vulnerables de caer en la pobreza”; en concordancia, la encuesta encontró que más de la mitad de los entrevistados (54%) declararon que sus ingresos no les alcanzaban, mientras a 14% les alcanzaban y podían ahorrar. No obstante, la mitad de los encuestados creía que “En el Perú una persona pobre que trabaja duro puede llegar a ser rica”, 38% sostuvo que “En el Perú todos tienen iguales oportunidades para salir de la pobreza” y un porcentaje casi igual (37%) pensaba que “Las personas pobres son pobres porque desaprovechan las oportunidades”. Ninguna de estas tres respuestas fue rechazada por la mayoría de los encuestados.

Algunas precisiones sobre las respuestas a la afirmación “En el Perú una persona pobre que trabaja duro puede llegar a ser rica” que, como se indicó, obtuvo 50% de respaldo, con porcentajes aproximadamente iguales en todos los estratos sociales. Se encontró porcentajes algo más altos de acuerdo entre los encuestados de 18 a 24 años (58%), los auto-identificados como “blancos” (57%) y quienes se situaron políticamente en la derecha (59%).

Varias respuestas apuntan a cierta conformidad con diversas formas de desigualdad. Lo demuestra la “gravedad” otorgada a algunas desigualdades. Cuando se mira a los datos según estratos, se encuentra que la desigualdad entre ricos y pobres recibe la calificación de menor gravedad en los estratos más pobres. Por otra parte, la desigualdad entre hombres y mujeres fue considerada “grave” por uno de cada cuatro encuestados (24%), pero 30% la estimaron “poco grave” y 17% “nada grave”. En suma, para casi la mitad (47%) no existe un problema importante en esta desigualdad. Y en un país que muchos trabajos señalan como racista, la desigualdad entre gentes blancas y no blancas fue considerada como “grave” por 23%, al tiempo que 22% la estimaron “poco grave” y 31%, “nada grave”; esto es, para más de la mitad de encuestados (53%) tampoco en esta desigualdad hay un problema de envergadura.

En cuanto a la desigualdad en el acceso al trabajo y los servicios, la encuesta encontró diferencias de interés. Calificaron como “muy desigual” el acceso al trabajo 52.4% de las respuestas. El acceso a la justicia recibió el porcentaje más alto de respuestas indicativas de desigualdad: 75.5%, mientras que el acceso a la educación obtuvo 52.7% de señalamientos de desigualdad. Sorprende que, en el país que tuvo el mayor número de fallecidos por habitante en el mundo, no superaran los dos tercios de encuestados (66.3%) quienes señalaran que el acceso a la salud es muy desigual. Conforme acaba de puntualizar un informe reciente de Amnistía Internacional —“Derecho a la salud, privilegio de pocos”—, una insuficiente infraestructura pública provee un servicio carente de calidad y resultados discriminatorios.

Resulta interesante cuál es el factor que, según los encuestados, es el que más importa “para tener una buena posición en el Perú”. La respuesta más escogida fue: “tener una buena educación” (67%), supuesto que replica aquella vieja idea de “quien estudia triunfa” y que parece estar hecha a prueba de una realidad conocida: la falta de empleo con la que en el país tropiezan incluso quienes tienen formación profesional.

Mirando al futuro, la encuesta interrogó: ¿Cómo cree que será la situación económica de sus hijos menores cuando sean adultos? Las expectativas de mejora se revelaron altas: “mejor” obtuvo 81% en las respuestas. La opción “peor” sumó 13% en los estratos más bajos.

Cierta lucidez pero mucha resignación

Los datos revelan la preeminencia de una versión ideologizada sobre una realidad en la que las desigualdades son notorias. Es claro que la resignación tiene cierto peso entre los pobres. Ellos parecen asumir culpa por su situación, esto es, que no salen de la pobreza porque no se esfuerzan, pudiendo hacerlo. Nada más lejos de un ambiente propicio para una revolución o, aún menos, un estallido social. La visión del “emprendedurismo” parece haber desactivado la amenaza al orden social que, según se creyó en otros tiempos, la pobreza constituía.

Esa prevalencia de cierto conformismo entre los encuestados fue denominado en la encuesta como “tolerancia frente a la desigualdad”. A la pregunta ¿Hasta qué punto es aceptable la desigualdad en el Perú?, la mitad (51%) la consideraron “inaceptable” y, del otro lado, 30% dijeron encontrarla “aceptable”, mientras el resto prefirieron no escoger entre una y otra opción. El rechazo a la desigualdad fue mayor (61%) en el estrato más alto y menor (48%) en el más bajo.

Interesa notar que esa “tolerancia” no ignora la desigualdad en el poder. La opción “Los ricos tienen demasiada influencia en las decisiones que afectan al país” fue escogida por dos tercios de los encuestados (67%) y, en conjunto, 90% de los encuestados afirmaron que el país “Está gobernado por unos cuantos grupos poderosos en su propio beneficio”. ¿La salida? 31% sostuvo que para “tener un país más igualitario”, es preciso “un Estado más justo”. Otras respuestas obtuvieron porcentajes menores. Complementariamente se apuntó que una mayor recaudación tributaria debería servir para destinar principalmente los mayores ingresos a educación (32%) y salud (28%).

En la dramática pobreza que caracteriza al país, según diversas mediciones creíbles, no parece haber signos de aquella rebeldía imaginada, por ejemplo, por el “presidente Gonzalo”, quien proclamara “la rebelión se justifica”, como le inspiraba el evangelio maoísta. Los peruanos de hoy no participan de esa tesis y probablemente allí resida uno de los factores que explican por qué los movimientos subversivos fueron derrotados. Entre los más pobres la esperanza se deposita en el propio esfuerzo y, en cierta medida, en el improbable apoyo de un Estado que, sin lugar a dudas, hoy más que antes, es ineficaz y cuya actuación se halla permeada por la corrupción.