a la deriva
1. loc. adv. Dicho de navegar o de flotar: A merced de la corriente o del viento.
2. loc. adv. Sin dirección o propósito fijo, a merced de las circunstancias. 
Diccionario de la RAE.


No hay antecedentes de un gobierno elegido en el país que, en el lapso de nueve meses, haya gestado tan alto rechazo: solo uno de cada cinco encuestados lo aprueba, según certifica IPSOS. Y en el estrato E, donde la desaprobación es relativamente menor, esta sobrepasa los dos tercios de entrevistados. Los datos han sido conocidos días después de que el cardenal Barreto formulara el inesperado anuncio –que al escribirse este comentario seguía esperando a ser concretado en hechos– de que un cambio importante de orientación está siendo preparado por Pedro Castillo para su gobierno.

Con la intermediación de Guillermo Bermejo y la presencia de Max Hernández, secretario del Acuerdo Nacional, el presidente habría aceptado la necesidad de dar un timonazo que el prelado católico cree que será para bien del país. Nada es imposible, pero su eminencia deberá admitir que este gobierno nos ha hecho incrédulos, incluso a quienes votamos por Castillo y sentimos remordimiento por ello. Se necesita un enorme acto de fe para seguir creyendo y, a la luz de los sondeos, cada vez son menos los devotos.

Quienes crecen son los participantes de actos de protesta, como acaba de verse en Cusco, donde se ha reeditado lo ocurrido en otras partes del país, sobre la base del incremento de los precios de combustibles, fertilizantes y alimentos. El descontento crece –en combustión alimentada por los efectos de la guerra en Ucrania y otros trastornos en el comercio mundial– y las culpas son atribuidas a un gobierno que es manifiestamente inepto al conducirse y, además, es algo más que sospechoso de manejos turbios. Esto es, una mezcla de incompetencia y corrupción que es la receta para desatar las peores iras.

Si a esa mezcla la Constitución la denomina o no “incapacidad moral permanente” es debatible… sobre todo en una discusión académica porque, en términos prácticos, la decisión está en manos de padres y madres de la patria, que en conjunto tienen en las encuestas un nivel de aprobación aún más bajo que el del Ejecutivo; solo llega a 14% en la encuesta IPSOS. Como los congresistas, ellos sí, están suficientemente cómodos en sus asientos, con sus sueldos –que algún descarado de sus filas se atreve a calificar en público como insuficiente– y con la defensa de intereses particulares que desempeñan cobros aparte, no parecería que en ese recinto se producirá algún sobresalto para el gobierno.

¿Entonces? ¿Habrá que esperar que la calle se siga incendiando hasta llegar a una situación insoportable que lleve a Castillo a fugar de Palacio de Gobierno, por una puerta lateral y en vehículo de lunas polarizadas, rumbo a Bolivia? ¿O tendremos que confiar en anuncios como los del cardenal Barreto, a ver si, en una de esas, Castillo entiende que el país no puede seguir a la deriva y, en efecto, decide convocar a quienes puedan hacerse cargo?


(foto: Andina)