Aunque aún no se dispone de encuestas que lo demuestren, parece haber coincidencia, en un amplio sector de la opinión informada, en que el nuevo gobierno no ha empezado bien. Los señalamientos apuntan a nombramientos que no parecen acertados. Pero el presidente aún está a tiempo de enmendar lo hecho.

Es cierto que nombrar a los ministros es facultad del presidente. Pero, cuando esa facultad se usa para designar a sujetos notoriamente incapaces o a personas que se hallan bajo investigación, lo que queda en cuestión no son unos cuantos nombres sino la capacidad y el criterio de quien los nombró. Eso es lo verdaderamente preocupante.

En tales nombramientos se conjugan radicalización ideológica, falta de calidades para desempeñar el cargo y antecedentes indeseables. Guido Bellido ha mostrado inadmisibles opiniones sobre las mujeres y los homosexuales, y ha exhibido condescendencia al ocuparse de Sendero Luminoso. Héctor Béjar reclamó, hace apenas tres años, un programa de amnistías que incluyera a Abimael Guzmán, y ya en ejercicio del cargo ha adelantado una posición indulgente frente a las dictaduras de Cuba y Venezuela. Se ha descubierto que Ciro Gálvez –paradójicamente Ministro de las Culturas– recurrió a su revólver cuando se le impidió viajar borracho en un transporte público. Los ministros de Defensa y de Transportes tienen, asimismo, antecedentes que los descalifican para desempeñar sus cargos. En suma, estamos ante un elenco impresentable que no deja de serlo por la presencia de unos pocos profesionales acreditados y respetables.

Se ha especulado mucho acerca de las razones de estos nombramientos. Se deban al peso decisivo de Vladimir Cerrón o a la impericia de Pedro Castillo, correspondan a una estrategia política de choque o a una absoluta falta de criterio para nombrar ministros, el hecho es que la cara que ofrece el gobierno al iniciar sus funciones no es aceptable.

No obstante, sorprende que se acuse al gobierno por haber nombrado a militantes de Perú Libre en cargos de gobierno. Es lo que ha hecho entre nosotros, desde siempre, todo partido o grupo que llega al poder. Lo objetable no es que sean militantes de tal o cual sector sino que carezcan de aptitud para desempeñar la función que se les encomiende.

El listado de ministros objetados que ha formulado el congresista Montoya es puramente ideológico, al punto que incluye a una ministra que estuvo casada con quien fue procesado y condenado como subversivo. Esto muestra, más que los problemas de los nombrados, las limitaciones del vicealmirante (r) al pisar tierra.

La oposición –que no se resigna a haber perdido la elección por 44 mil votos, ni ha entendido los porqués de su derrota– se ha apresurado a poner a rodar la vacancia por incapacidad moral. Si se usara esta causal, imprecisamente incluida en la Constitución, para descabalgar a Castillo ahora, estaríamos ante un uso claramente abusivo de ella. Pero, al mismo tiempo, mantener ese gabinete ministerial es inadmisible.

Si Castillo quiere no solo permanecer en el cargo sino conducir un gobierno aceptable por la mayoría de los ciudadanos, tiene que rectificar ahora mismo. Tal como ha sabido hacerse ya con algunos altos cargos que fueron comisionados a personas notoriamente carentes de aptitud.

Ahora hace falta proceder a una criba de los nombramientos ministeriales, en busca de situar en altas responsabilidades a personas con capacidad demostrada y una trayectoria sin manchas. Solo así Castillo podrá llevar adelante cambios necesarios en los que esté de acuerdo la mayoría del país.

Si no lo hace, por las razones que fueren, el Perú estará condenado a un nuevo ciclo autodestructivo del que nada bueno puede esperarse.

(Foto: Andina)