Partidos de papel, políticos no fiables
Un festival de aspirantes a presidente que buscaban vientres de alquiler
Octubre ha puesto en vitrina las vergüenzas de la política en el Perú. La exhibición ha sido protagonizada por quienes pretenden ser presidentes de la nación el próximo año y han estado en correrías a la caza de una sigla para cobijar sus ambiciones. Es una penosa realidad que ninguna reforma política consistente en cambios legales, por buenas intenciones que porte, podrá enderezar.
“El mundo es de los audaces”, proclamaba un amigo de juventud, que en aplicación consecuente de su máxima llegó a ser ministro. Lo que hemos visto en el Perú de las dos últimas décadas es que, ocurrido el derrumbe de los partidos tradicionales de derecha y de izquierda, grupos de audaces se han arracimado en torno a un personaje –de calidades discutibles pero con ganada figuración pública– con el propósito de llegar a alcanzar el poder.
El negocio de contar con la inscripción
En una primera etapa, con esa estrategia, una veintena de agrupaciones ganaron la anhelada inscripción en el Jurado Nacional de Elecciones. A partir de ahí, quienes administran la inscripción están en condiciones de negociar con esos otros oportunistas que pretenden candidatear en procura del favor popular. Los más pretenciosos, a ser presidente; los más realistas, a ser congresistas. Unos y otros pagan –literalmente– el derecho a servirse de la sigla que alquilen.
Hemos venido a saber que en varias de las actuales bancadas parlamentarias una proporción importante de los congresistas ni siquiera están afiliados al partido bajo cuyo estandarte llegaron al Congreso. Pero, como la ley ahora exige que el candidato a presidente esté afiliado a un partido, los numerosos pretendientes se lanzaron a encontrar algún vientre de alquiler; el que fuere, con tal de que tuviera la inscripción. Les bastaba un partido de papel.
El problema de fondo es que los llamados partidos no lo son en el Perú. Se ha consentido que a esos pequeños conglomerados de intereses variopintos –y en ocasiones bochornosos– se les otorgue la denominación de partidos. En el nivel local el fenómeno se ha replicado –en versiones a veces algo disparatadas– con el término de frentes regionales. Varios de ellos son una reedición actualizada de los grupos caciquiles que hace un siglo se aglomeraban alrededor de pisco y butifarra.
A protagonistas de partidos y frentes regionales con la audacia les ha bastado. Es cierto que algunos de ellos tenían cierta formación y capacidad. Pero la mayoría, no. Y, sin embargo, sus limitaciones y carencias, bastante notorias, no les han impedido ser congresistas, ministros, presidentes regionales, en fin, autoridades. Esto es, acceso a decisiones sobre fondos públicos, contrataciones, etc. Acceso que con frecuencia se ha traducido en gestiones irregulares y subsecuentes procesos de investigación por corrupción.
Los llamados partidos tradicionales, luego de la desaparición de los liderazgos en torno a los cuales se formaron y el consiguiente desplome de su organización, han adoptado una ruta similar a la de los partidos de papel. Carentes de mecanismos de representación, están a disposición de quienes, en busca de albergue, lleven hasta ellos su avidez de poder. El caso de Acción Popular es el mejor ejemplo vigente.
Debe reconocerse que este proceso se da en un país cuyos puestos de dirección –en general, y no solo los políticos– están a cargo de personas cuya medianía no los califica para desempeñarlos. Lo vemos en casi cualquier institución nacional a la que se examine. Jueces supremos, altos dirigentes empresariales, rectores universitarios… dejan mucho que desear.
Partidos de usar y descartar
En el caso de las organizaciones políticas no se dan las características y funciones que los politólogos asignan a los partidos políticos. Para comenzar, no hay ideas. Es cierto que, para satisfacer requisitos formales, en cada caso alguien se ha encargado de borronear generalidades en unas cuantas páginas que, por lo demás, no diferencian claramente a unas agrupaciones de otras. Pero, en cualquier caso, el producto no engaña a nadie porque no está destinado a plasmarse en políticas si se diera el caso de llegar a ocupar los cargos apetecidos.
Tampoco hay organizaciones de base que participen en una estructura piramidal donde se tomen las decisiones mediante debates y votaciones internas. La repetida noción de que los partidos actúan como correas de transmisión de demandas ciudadanas es una quimera en el Perú. Lo que el afiliado debe hacer es, como en el siglo XIX, tomar parte en las actividades relativas a la elección de la que se trate y ganarse así la confianza de la dirigencia, que será recompensada con el premio mayor de ser incluido en una lista de candidatos –para lo cual hay que sumar algún “aporte voluntario”– o con el premio consuelo de obtener algún cargo público.
Ensamblados en torno a convocatorias electorales, los partidos de papel no están destinados a tener vida más allá del día de la votación. Llegado Toledo a la jefatura del Estado, Perú Posible vivió muy poco tiempo, el indispensable para que algunos lo usaran como cinta transportadora que llevaba a algún cargo público; lo mismo ocurrió brevemente con el Partido Nacionalista, que se desmoronó con mucha rapidez luego del triunfo de Humala. Y Peruanos por el Cambio apenas si fue útil para el reparto debido a que vino a ser el más efímero de todos.
La endeblez de los partidos también es visible desde el ángulo de los protagonistas, que guardan con ellos una relación efímera, solo utilitaria. Para comprobarlo basta examinar la trayectoria de muchos de los actores que hoy están en la escena política y, como saltimbanquis, pasan de una a otra tienda, cambiando esta camiseta por otra que imaginan más útil para sus objetivos personales. Ellos han hecho de la política una tierra de aventureros, nada dignos de la confianza ciudadana.
Es un paisaje maloliente frente al cual debemos dolernos de no contar con otra raza de políticos, que sean confiables y tengan objetivos para el país y no solo para ellos mismos. Si los tuviéramos, ellos podrían levantar partidos de verdad.
Escrito por
Abogado.