En ocasiones de trascendencia, los gestos pueden ser más importantes que las palabras. En la mañana del viernes 13 se anunció que el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, haría una declaración de envergadura a las 3 pm. En los medios de comunicación se especulaba con que se establecería el estado de alarma. Tres cuartos de hora después de la hora indicada, Sánchez –en tono muy poco sereno, que le hizo equivocar palabras en dos o tres casos– anunció, en efecto, que el Consejo de ministros había acordado decretar el estado de alarma, una medida que en los últimos cuarenta años se había dictado en solo una ocasión anterior. 

Breve trabalenguas. El gobierno de España –como el gobierno autónomo vasco el día anterior– estaba aprobando una disposición que lo facultaba a adoptar medidas extraordinarias… ¡pero no las adoptó! Al final de una serie de generalidades, Sánchez anunció en su presentación que las medidas serían dadas a conocer el sábado 14. Un comentarista observó irónicamente: “debemos ser el único país del mundo que anuncia un estado de alarma pero no se aplica hasta el día siguiente”.

La comparecencia pública del presidente Sánchez fue programada para las dos de la tarde del sábado, precisándose que habría una rueda de prensa. Al cabo de una larga espera en vano, se anunció que a las ocho de la noche sí se realizaría. Casi una hora después, Sánchez se presentó, leyó un discurso explicativo de las medidas y respondió preguntas de los periodistas, a quienes se había pedido someter previamente sus preguntas por escrito.

Anuncios incumplidos y presentaciones fallidas ilustran bien el comportamiento del gobierno de España frente a la crisis del coronavirus: vacilante y tardío. La pregunta es por qué. El brote del virus en China se hizo público a fines de enero. Podrá alegarse que está en otro continente o que las condiciones en ese país, tanto culturales como políticas, hacían difícil cualquier paralelo. Pero el virus apareció en Italia a mediados de febrero. España tuvo varias semanas para verse en el espejo italiano y renunció a hacerlo.

Mientras tanto, los especialistas habían concordado en que, ante la inexistencia de una medicina para contrarrestar el virus, lo que debía hacerse era imponer medidas para frenar la velocidad del contagio. Lo hizo Corea del Sur drásticamente y alcanzó el objetivo. Mientras tanto, en España se siguió la información sobre el avance del virus como si se tratara de algo que no estaba destinado a llegar.

Medidas dictadas

Al tiempo de que otros países de la Unión Europea empiezan a cerrar fronteras, España aún no lo ha hecho. En cambio, los transportes aéreos, marítimos y terrestres solo pueden ser ocupados a la mitad de su capacidad. Los vehículos de transporte público se limpiarán con desinfectantes a diario pero su uso está desaconsejado.

Desde esta semana, se puede salir de casa solo por razones de fuerza mayor, esto es, para asuntos imprescindibles como trabajar, cuando no hay alternativa de hacerlo en casa, comprar alimentos, ir a la farmacia, al banco o al hospital. Se mantendrán solo las citas médicas urgentes. La policía puede verificar la justificación de cualquier transeúnte para transitar.

Los empleadores, tanto públicos como privados, están obligados a facilitar medidas que permitan la prestación laboral de los empleados por medios no presenciales siempre que sea posible. Bares, restaurantes, cines, teatros, museos y bibliotecas permanecerán cerrados durante 15 días.

Queda cancelado el uso de parques públicos. No se puede salir a correr o a pasear en bicicleta. Los viajes fuera del lugar de residencia están prohibidos. Se mantienen los servicios esenciales, incluyendo la distribución y venta de alimentación humana y animal.

En el caso de personas dependientes, esto es que no pueden valerse por sí mismas, la persona que les presta asistencia regularmente podrá seguir haciéndolo. Se incluye mayores, menores y personas con discapacidad. En la noche del domingo 15 se anunció la intervención de la sanidad privada, a fin de contar con sus recursos para atender a los afectados por el virus.

La característica polarización política se ha hecho presente respecto a las medidas, pero de manera atenuada. El Partido Popular, el mayor de la oposición, ha criticado las medidas por insuficientes y tardías, pero no ha discrepado de ellas. Y en las filas nacionalistas, un sector del independentismo catalán ha querido ver en el estado de alarma una forma de recortar desde Madrid las competencias propias de los gobiernos autonómicos. Sin embargo, salvo Cataluña, todos los gobiernos autonómicos han respaldado al gobierno central.

“No pasa nada”

En España la expresión se usa como una muletilla. Al niño que se cae y se golpea, se le dice: “No pasa nada”. La selección nacional está perdiendo cuando faltan minutos para terminar el partido pero el comentarista consuela al público con un “No pasa nada”, en vista del tiempo restante. Y así sucesivamente. Frente a cualquier situación se usa esta cápsula tranquilizadora que busca adormecer o despreocupar, rebajando la importancia de una situación crítica.

Probablemente es lo que ha prevalecido en España, generando un descuido colectivo que ha permitido al virus expandirse a gran velocidad. A mediados de la semana pasada, cuando el gobierno de Sánchez prometía medidas que aún no llegaban, ya la velocidad de contagio en España era mayor que la registrada en Italia. Si el lunes 16 los fallecidos en Italia por el virus se acercaban a los dos millares, puede imaginarse la magnitud que la pandemia alcanzará en España.

Muchos prefirieron pensar que había alarmismo. Más de un comentarista echó mano a la comparación falaz entre las muertes por gripe o por malaria en un año, para decir que el coronavirus es menos mortífero. Pasaban por alto, claro está, que este virus está en plena expansión y que toda cifra de su mortalidad es provisional.

Así se llegó al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. Diversos colectivos convocaron, como cada año, a manifestaciones en las ciudades españolas. Pareció sorprendente que no se reparara en que toda reunión masiva es una enorme oportunidad de contagio del virus. La manifestación en Madrid reunió a más de cien mil personas, cifra que si bien no ha sido de las más altas de los últimos años no es despreciable. Todos los partidos políticos, excepto la ultraderecha de Vox –que el día anterior realizaba un cónclave con la asistencia de nueve mil seguidores–, se hicieron presentes. En una nota, The New York Times hubo de preguntarse si el liderazgo en España “había ayudado realmente a propagar el virus en vez de detenerlo”.

Sin embargo, no era solamente un asunto de autoridades, que bien pudieron prohibir esa y otras reuniones por razones de salud pública. Al fin y al cabo, los asistentes decidieron asistir y correr el riesgo. Pocos días después, dos ministras participantes en el acto –y la esposa del presidente Sánchez– dieron positivo en el test. Solo a partir del lunes 9 el tono oficial empezó a cambiar, cuando ya las cifras de contagios crecían rápidamente y las de muertos empezaban a notarse. La Comunidad de Madrid fue la primera en cerrar escuelas y promover el teletrabajo, a fin de recortar lugares de contagio.

Pero, como subraya uno de los mejores informes disponibles sobre el tema, “Cómo respondan los ciudadanos a los consejos de las autoridades sobre medidas preventivas es incluso más importante que las acciones de las propias autoridades”. En ese aspecto primó el no-pasa-nada. La cuarentena fue interpretada por muchos madrileños como vacaciones extra. Tantos tomaron el auto para irse a la playa que la Comunidad de Murcia, donde el número de contagios entonces era mínimo, adoptó medidas extremas: confinó a los pueblos costeros y cerró restaurantes, bares y lugares turísticos. “No voy a permitir ninguna irresponsabilidad más, es inadmisible”, dijo el presidente murciano, Fernando López Miras. Un madrileño de 88 años, diagnosticado con coronavirus y a quien los médicos habían aconsejado permanecer en cuarentena en su casa, se fue a Murcia y murió en el hospital.

No todos han reaccionado de manera irresponsable. Es conmovedor saber que, en edificios donde vive gente mayor, aparecen ofrecimientos de jóvenes voluntarios que están dispuestos a ir al mercado para comprarles alimentos o de mujeres que pueden cuidar gratuitamente a los niños de las parejas que deben trabajar. Por cierto, también hay muchos que prefieren dedicar su tiempo libre no solo a enviar bromas sobre el virus sino, lo que es peor, a poner en circulación noticias falsas que desorientan a los mal informados. Una excelente página en internet dedica una sección a desmentir estos mensajes fraudulentos. Algunos comentaristas han subido a las redes exámenes de conciencia y llamados a la responsabilidad.


Velocidad de expansión del coronavirus según países

Fuente: El País, 15.3.2020

Empieza a tomarse en serio 

Antes de que el gobierno de España saliera de sus vacilaciones en torno a las medidas a adoptar, la Comunidad de Madrid cerró los lugares de ocio y los locales comerciales con excepción de tiendas de alimentación y farmacias. En Valencia se suspendieron las fiestas tradicionales, que debían celebrarse del 15 al 19 de marzo, con muestras de rechazo y disgusto de los afectados. Después de días de indecisión, en Andalucía se anunció que no habrá celebraciones de Semana Santa; otras comunidades han seguido el ejemplo.

La reunión del consejo de ministros que el sábado 14 adoptó las medidas de la emergencia tomó siete horas; aún así, no hubo acuerdo sobre las medidas económicas. Es precisamente en el frente económico donde el impacto del coronavirus será mayor. 12,3% del producto interno bruto español –y 12,7% de todo el empleo– proviene del turismo, hoy prácticamente estancado. La parálisis económica derivada de las medidas del estado de alarma afecta de manera especial a una economía que en más de dos tercios (67,7%) consiste en prestación de servicios.

Aún no han se adoptado medidas directamente económicas frente a la crisis, que se anuncian para el martes 17. Al parecer, hay serias diferencias internas en el equipo de gobierno, que atañen a los ministros del Partido Socialista. Acaso también frene decisiones el temor que en estos días ha asaltado a todas las autoridades: adoptar medidas impopulares perjudicará dividendos electorales. El cálculo político parece primar sobre el interés general. Ni la amenaza del coronavirus cambia esta regla.

El otro límite está en la falta de recursos. Corea del Sur frenó la expansión del virus aplicando masivamente el test de detección que identificó enfermos que aún no tenían síntomas y permitió seguir sus redes de contagio. En España –que se sitúa entre las quince economías más grandes del mundo– no hay suficientes pruebas disponibles y su aplicación está reservada para casos graves. El trabajo sobre redes de contagio no puede hacerse exhaustivamente y en ese vacío crecerá el monstruo.