Que el funcionamiento de nuestras democracias produce malestar no es noticia, por lo menos en países como el Perú, donde los sondeos de opinión lo han detectado hace mucho. Pero la insatisfacción abarca a una parte importante del mundo democrático, conforme muestra un estudio del Pew Research Center, realizado en 2019, que incluyó a 34 países. En el conjunto de la muestra la insatisfacción comprendió a 52% de los encuestados, mientras 44% se declararon satisfechos. Mayor malestar se encontró entre los encuestados de menores ingresos. 

Solo la mitad (49%) de los consultados concordaron en que su Estado es administrado en beneficio de todos; la otra mitad (50%) expresaron el punto de vista contrario. Pero al examinar las variaciones durante los últimos siete años según país, en varios casos la tendencia es decreciente.

En particular, la insatisfacción está asociada a la percepción de que a los representantes elegidos no les preocupa lo que piensa la gente (64%). Algo sorprendente es que esta apreciación –que afecta el núcleo del carácter representativo del régimen democrático– es algo mayor en el mundo desarrollado: 71% de los encuestados en Estados Unidos y 69% en Europa, mientras en los llamados países emergentes que fueron incluidos es marcadamente menor (31% en India, 29% en Filipinas y 18% en Indonesia). La percepción negativa acerca de las dirigencias políticas era mayor entre quienes se declararon insatisfechos con el funcionamiento de la democracia.

Podría pensarse que la insatisfacción mayoritaria conduce a un desapego de los principios democráticos. Sin embargo, 67% del conjunto de los entrevistados pensaban que votar da al ciudadano de a pie la oportunidad de manifestarse acerca de cómo se gobierna.

Asimismo, los datos del estudio muestran que, en el conjunto de la muestra, es alto el respaldo a nueve principios que fueron testados con los entrevistados. En particular, resultaron muy reconocidas la necesidad de contar con una judicatura imparcial y la de alcanzar igualdad entre los géneros. No obstante, al examinarse las calificaciones de “muy importantes” otorgadas a cada uno de estos principios, debe notarse que un tercio de los encuestados no se la reconoció a la realización periódica de elecciones –en Rusia ni siquiera obtuvo mayoría– y que apenas algo más de la mitad la dieron tanto a la libre actuación de la oposición política como a la de organizaciones de derechos humanos.

Tres países latinoamericanos fueron incluidos en el estudio: Argentina, Brasil y México. En el caso argentino destaca un mayor apetito por los principios democráticos que en el conjunto de la muestra y en los otros dos países de la región: por un poder judicial imparcial (90 vs. 82), la demanda por la igualdad entre los sexos (91% vs. 74%), la afirmación de la necesidad de elecciones periódicas (86% vs. 65%), la de libertad de expresión (87% vs. 64%) y la de libertad de prensa (80% vs. 64%). En el caso brasileño esa tendencia aparece mucho menos acentuada; se concede mayor atención que en el conjunto de la muestra a la libertad religiosa (82% vs. 68%), pero menos a la libertad de prensa (60% vs. 64%), a una sociedad civil libre (52% vs. 55%) y –lo que es muy importante– a la libertad de los partidos de oposición (36% vs. 54%). Finalmente, los datos de México revelan mayor importancia dada a la libertad de expresión (73% vs. 64%) y a la igualdad entre los sexos (80% vs. 74%) pero muestran menor preocupación por una justicia imparcial (71% vs. 82%), elecciones periódicas (62% vs. 65%), una sociedad civil libre (48% vs. 55%) y la libre actuación de la oposición política (43% vs. 54%).